José Villanueva Díaz
Cada vez que llega el mes de setiembre es recibido con alegría por grandes y chicos, aunque esta vez con ciertas limitaciones ya que los ánimos están un tanto apagados por el alto costo de la vida.
De todas maneras es el mes de la primavera lo que significa cambio de estación y es cuando el sol aparece más esplendoroso y los campos se tornan de verde, siempre atractivos como si invitaran a visitarlos.
Aunque las estaciones han variado mucho, esto lo estamos experimentando en Chiclayo, donde el frío se ha intensificado en esto últimos días; sin embargo el solo hecho de estar ya en el mes de la primavera, es suficiente para que todos evoquemos aquella época de nuestra niñez. Es decir, cuando se vivían momentos de alegría bulliciosa de ensueños y esperanza, juegos y expansiones infantiles.
Los recuerdos imperecederos se hacen presentes. Y como avalancha se nos viene a la memoria aquellos días de la pelota de trapo, el trompo, el rayuelo, el bolero y las cometas.
¡Oh tiempos maravillosos! Tiempos idos que ya no volverán. Volar cometas era el juego más popular de nuestra infancia. Nos distraíamos y gozábamos volando a grandes alturas una Estrella, un Avión, un Barril o un Escudo, ¡Y que duelos y que cortes los de antes!
En estos momentos difíciles, armar una cometa costaría mucho dinero. En nuestro tiempo se hacían cometas de regular tamaño. La armazón se hacía de carrizo. Después se forraban con papeles de colores. Generalmente toda cometa tenía sus zumbadores y adornos; algunos muchachos se esmeraban en el zumbador de flecos y otros lo hacían con agujeritos para buscarle mayor sonoridad en el momento del vuelo. En cuanto a los adornos de la cola o rabiza que era precisamente lo que le daba mayor estabilidad.
En la sierra los concursos de cometas se hacían en verano, que es precisamente cuando sopla con más fuerza el aire. Recuerdo que en nuestra época de estudiantes los concursos se fomentaban entre las escuelas 73 y la del 61 (hoy llevan otras numeraciones). En aquel entonces los Directores, Teodoro Medina Estela y Mario Díaz Zobrado les encantaba organizar este tipo de distracciones entre alumnos.
Las excursiones se hacían los días jueves por la tarde y los alumnos iban provistos de fiambres y otros menesteres. Los lugares apropiados eran Peña Rota, Cruz del Siglo, Conga Blanca, donde se podía apreciar también el maravilloso paisaje chotano.
Los concursantes armados de un enorme ovillo de hilo untado con cera de abeja iban soltando poco a poco hasta alcanzar la elevación de la cometa.
Cuando no se iba al campo se volaban cometas en los mismos callejones o desde las azoteas, elevándose las cometas a grandes alturas.
Ojalá algún día vuelvan los concursos de cometas, que pueden ser gestados por las municipalidades y autoridades y autoridades educativas, para alegría de los niños.
JOSÉ VILLANUEVA DÍAZ.
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