Augusto Rojas Gasco
Mi madre un día de enero decidió descansar. Abandonó sus alas de paloma purísima y se arrinconó en un ladito de su alma.
Al otro día la sepultaron bajo un manto de flores, con sol de
verano, acompañada por un trino de pájaros.
Quienes la
amamos lloramos tanto para que su cuerpo conserve su calor.
Yo lloré como un lobo que herido odiaba, no sé a quién, por
habérmela arrebatado.
No guardé luto, ni acepté condolencias. Esperaba, angustiado, que
resucitara con cada amanecer. Me parecía verla venir con las primeras luces,
anunciándome su regreso con su voz clarísima.
Pero ella
permanecía reposando en la penumbra de un hilo de luz en su nueva morada.
Y su casa estaba cerrada, y estaban muertas las rosas que en el
jardín había plantado con su amor.
No obstante, una buena noche, mientras yo dormía, mamá me visitó.
Su cuerpo era dorado; y su aura también, dorada.
Recuerdo que me cogió de la mano y paseamos por las calles de una
ciudad desconocida.
Era la hora del Ángelus cuando escuché el arrebato de las campanas
de una iglesia, e inesperadamente volvimos a ser como antes: ella, joven,
arropada con su abrigo de lana; yo, un niño aferrado a su mano de santa.
Finalmente, llegamos a un parque y nos sentamos en una banca
frente al mar. Entonces fue cuando me abrazó contra su pecho. En silencio. Pero
intuí que me musitaba que no me abandonaría, que me estaría esperando. Luego se
fue como un suspiro.
Después de esa noche sé que me encontraré pronto con ella. Cuanto
más, ahora que empiezo a envejecer.
Y cuando llegue ese día, ella vendrá a mi encuentro, y cogido de
la mano me llevará a donde unos niños juegan en el columpio de su sueño, con
sol de primavera, acompañado de cantos. Y, abrazados, no nos separaremos más.
Allá, en el confín, en la nueva vida de mi madre, en un ladito de su alma.
Poema escrito a causa del fallecimiento de la señora Imelda Gasco de Rojas (1915 – 2006), madre del autor (Del poemario “Voces Reunidas”)
EL POEMA EN VÍDEO:
No hay comentarios:
Publicar un comentario